Virgen entronizada con el Niño, ángeles y santos (1355) Taddeo Gaddi
La tabla proviene de la capilla Segni en la iglesia de San Lucchese a Poggibonsi, como confirma el escudo en la base del trono. Se trata de una obra ofrecida a la Virgen en reparación por los pecados cometidos por el notario Segna, acusado probablemente de usura, como se llamaba en esa época a la actividad crediticia. La obra se encuentra en los Uffizi desde 1914.
La obra, que cuenta con una cúspide y una ojiva, corresponde a la época tardía de las obras del artista, y recuerda en general a la “Maestá di Ognissanti” del maestro de Taddeo, Giotto, en particular por la forma del trono y la disposición de los ángeles ofreciendo flores, arrodillados.
María, envuelta en un rico manto azul bordado con oro, con la típica estrella de Belén, sostiene sobre las rodillas al Niño, ataviado como un pequeño príncipe. A los lados se encuentran santas vestidas de rojo que llevan regalos para la Virgen (un pequeño cofre y una corona). Debajo se encuentran cuatro ángeles arrodillados que ofrecen flores.

La obra, única de la escuela bolognesa del trecento en la galería, está firmada como “Simón” y corresponde a la etapa madura del pintor.
La obra tiene un estilo casi miniaturista, con una esmerada atención al detalle y algunas escenas expresivas típicas de la escuela bolognesa. María en primer plano se encuentra mirando al Niño, mientras José, como es característico de la iconografía, está durmiendo. Detrás se observa un pesebre pacientemente pintado en perspectiva intuitiva. Dentro se pueden observar un buey y un asno, este último lanzando un berrido a la estrella de Belén que misteriosamente se encuentra entre ellos. A la derecha, mientras algunos chivos y cabras pastan, calladamente un pastor recibe el anuncio de un ángel, retorciéndose de forma antinatural como era usual en la escuela bolognesa. Más arriba, una serie de ángeles cantan y llevan una corona al Cristo.

Este tríptico en madera, de los dos artistas sieneses, se encuentra firmado y fechado en 1333. Está pintado en témpera, con la parte central el triple de grande que los laterales. Considerado la obra maestra de Simone Martini, y una de las mayores obras de la escuela sienesa y del gótico en general, fue realizado para un altar lateral del Duomo de Siena.
El público al que estaba dirigida la obra eran los fieles que frecuentaban el Duomo, en general de las clases populares, analfabetas, que necesitaba de este tipo de ilustraciones para integrar los conocimientos doctrinales, a la que no podían acceder mediante la lectura de la Biblia.
Una obra de esta extraordinaria finura lineal no tenía modelos en Italia, pero sí en las miniaturas de los manuscritos franceses y en la pintura más fantasiosa de Alemania e Inglaterra. Este estilo le abrió las puertas a Simone Martini de la corte del Papa en Avignón, donde la monumentalidad de la escuela Giottesca no encontraba consenso en la gótica sociedad francesa y no existían otros pintores florentinos.
El tríptico permaneció en el Duomo de Siena hasta 1799, cuando el Gran Duque Leopoldo lo hizo transportar a Florencia, y ese mismo año se transportó a los Uffizi. La obra fue restaurada en el 2001.
Crítica: la obra es una de las más celebradas de los Uffizi a partir del redescubrimiento de los primitivos pintores florentinos y del gótico, de la cual Simone Martini fue maestro.  Algunos críticos la consideran una obra símbolo del estilo lineal, parangonándola por su elegancia a las mejores obras del arte chino o japonés. La crítica Cristina Acidini incluye la obra en su libro “Obras maestras del arte”, dedicado a las mejores realizaciones de todas las épocas.
Descripción: la obra se compone de una gran tabla cental, la “Anunciación”, y dos compartimentos laterales con San Ansano (a izquierda) y una santa generalmente identificada con Santa Margarita o santa Máxima, y cuatro tondos con profetas en las cúspides: Jeremías, Ezequiel, Isaías y Daniel.
La obra representa el momento en que el arcángel Gabriel irrumpe en la casa de María para anunciarle el milagro de la encarnación de Jesús, hecho que marcaba en la edad media el inicio del tiempo cristiano. El arcángel lleva en una mano una rama de olivo, símbolo de la paz, mientras con la otra señala la paloma del espíritu santo que desciende del cielo en una ronda de ocho ángeles. Gabriel tiene el manto aún en el aire porque acaba de aterrizar, y este dibuja un creativo arabesco mientras sus alas, de finísimas plumas doradas, se encuentran aún desplegadas. La Vírgen, sorprendida, interrumpe la lectura y se asusta, cubriéndose púdicamente con el manto y devolviendo una mirada de disgusto. A los lados, la acompañan los dos santos patronos de la iglesia, que parecen contemplar extrañados la escena central.
De la boca del ángel parten las palabras doradas de su mensaje, como en un anticipo a las historietas. Completa la escena un suelo de mármol (no coherente con el de los paneles laterales) en cuyo centro se encuentra una preciosa vasija dorada con algunas flores, símbolo de la pureza.
En esta obra Simone Martini desarrolló la técnica novedosa de pintar sobre los panes de oro, visible en la palidez de las ropas del ángel.
Estilo: desde el punto de vista formal, la pintura resulta dividida en tres planos: el fondo de oro que sugiere una indeterminación del espacio, un plano intermedio donde se encuentran la vasija dorada y el espíritu santo en alto, y el primer plano, con los dos personajes de la representación. Esta división no se produce tanto por el cambio de tonalidad de los colores como por el extremo delineamiento de los contornos.
El conjunto de la representación se encuentra impregnada de un excepcional dinamismo: el ángel apenas ha tocado tierra (lo evidencia la predominancia de líneas verticales), y la Virgen está caracterizada por una fuerte torsión de su cuerpo, subrayada por la posición de su brazo y su cabeza, que contrasta con la rígida posición del trono.

Esta pequeña tabla, destinada probablemente a la devoción privada, fue adquirida en el mercado anticuario en 1947. La crítica se ha impresionado por el estilo desparejo de la obra: para unos se trata de una obra provincial de poca calidad, para otros, una obra de Pacino di Buonaguida o de un alumno de él.
El altar portátil tiene cúspides con dos portezuelas que se cierran para ser transportado. En el centro se encuentra una Virgen entronizada con el Niño entre dos santos, San Pedro y San Pablo. A la izquierda se ve un Santo Diácono, San Juan Bautista y San Cristóbal, y a derecha la crucifixión entre María y San Juan en el monte Calvario.
La obra en conjunto presenta una calidad discreta, con algunos detalles de diseño y de cromatismo destacables.

Esta obra fue realizada por el artista sienes durante un viaje a Florencia.  Los cuatro paneles con la Historia de Nicola di Bari se encontraban originalmente en la iglesia de San Procolo, como recuerda Vasari, donde se encontraba también el tríptico de San Procolo del mismo autor. Se especula que originalmente componía un tríptico con una representación del santo en el centro, hoy perdida. Otra hipótesis es que fueron los paneles laterales de un tabernáculo.
Estilo: las escenas se caracterizan de una extraordinaria soltura narrativa, con numerosos recursos inéditos y una reducción del fondo de oro, confinado a espacios pequeños y marginales. La minuciosa representación de los detalles tuvo un efecto sorprendente sobre los florentinos, habituados a la esencialidad del giottesco.
En la escena de “San Nicolás resucitando a un niño”, el niño protagonista está representado cuatro veces en diferentes momentos sucesivos: el diablo se presenta como un peregrino, luego lo estrangula junto a la escalera, luego el niño está muerto en su cama, pero finalmente San Nicolás lo resucita.
La escena del “Salvataje de Mira y la multiplicación de los sacos de harina caídos al mar” muestra la vista de un puerto de una ciudad donde, sobre un barco, dos ángeles arrojan la lluvia, mientras el santo se encuentra en la orilla resolviendo la situación. Es sorprendente el uso de la perspectiva en esta obra.
En el “regalo de la dote y tres vírgenes” sen ve el interior de una casa con una galería en el que se encuentran tres mujeres con su padre anciano. A causa de su pobreza las tres han manifestado que desean dedicarse a la prostitución, pero el santo que ha escuchado a través de una pequeña ventana, les arroja un objeto de oro para salvarlas.
La última tabla, la Coronación de San Nicolás como obispo, muestra el interior de una iglesia organizado como la “presentación en el templo” en la misma sala.

El políptico de Ognissanti es una pintura en templa y oro sobre tabla que fue realizado para el altar mayor de la iglesia de Ognissanti en Florencia. En 1758 ya se encontraba desmembrado y con solo cinco tablas, según los testimonios de la época. Hoy se conservan en los Uffizi cinco paneles laterales, con dos figuras de santos cada uno, y la predela con los coros. Es probable que el resto del políptico se haya perdido para siempre.

Esta tabla, de 128 x 57, se encontraba en el altar de la beata Umiltá en la iglesia de San Juanito de Florencia. Luego de varias idas y venidas el políptico fue desmembrado, perdiendo dos paneles, que se enviaron a Berlín. En 1841 la tabla fue recompuesta arbitrariamente y en 1919 se colocó en los Uffizi. En 1954, a partir del descubrimiento de un dibujo del siglo XVIII, la obra fue reconstruida, y completada en 1961 con los tres pináculos y la predela.
Estilo: el políptico muestra a la Beata Umiltá con una monja arrodillada en el centro, rodeada de historias de la vida de la Beata, con pináculos de evangelistas y una predela con tondos de Santos y un Cristo in Pietá en el centro.
Las historias se deben leer en fila, de izquierda a derecha, y representan la vida monacal de la época.
El estilo de Pietro en esta obra se encuentra influenciado por el de su hermano Abrogio ya que continúa con la reducción del fondo de oro en favor de una mayor importancia dada a la arquitectura, que incluso se adapta a la forma de las tablas. Algunas obras muestran el intento de superar el “desvanecimiento” de las paredes para mostrar escenas que ocurren en el interior de una habitación, reemplazando dichas paredes por galerías o arcos. Es clara la influencia de la escuela de Giotto, con personajes sólidos y bien colocados en el espacio (no “flotan”). Son importantes para la historia los numerosos detalles de los vestidos y los usos de la vida cotidiana.

Cristo crucificado con los dolientes y santos (1350) Nardo di Cione
La tabla formaba parte de un tabernácula de procedencia desconocida. En el año 1842 llegó a la galería de la Accademia y fue trasladado a los Uffizi durante el reordenamiento de la colección florentina del año 1948. Fue atribuíso a Nardo de Cione, el más expresivo entre los hermanos de Orcagna.
En una tabla con cornisa en cúspide y columnatas a los lados se yergue, sobre un fondo de oro como simple entorno ambiental, el Cristo crucificado, colgando, mientras dos ángeles están recogiendo con bacinillas su sangre que mana de las heridas. Debajo se encuentran Magdalena, que abraza la cruz, María y San Juan. Más abajo, a modo de predela, se disponen cinco arcos realzados en relieve donde asomas cinco santos representados de medio cuerpo.
La escena principal está caracterizada de un dramatismo particularmente macabro, como en la copiosa sangre, que alcanza la base de la cruz pero sin embargo no mancha las manos de la Magdalena. Los colores hoy aparecen obscurecidos por el barniz aplicado por el artista, que la restauración realizada en 1994 no ha podido remover.

Pietá de San Remigio (1360-1365) Giottino
Esta obra de Giottino se encontraba en el altar de la iglesia de San Remigio en Florencia. En 1851 fue transferida a los Uffizi, donde se encuentra desde entonces a excepción de los años 1940-1945 cuando fue transferida por precaución a un refugio antibélico.
Estilo: la obra retoma el esquema del llanto por Cisto muerto, de Giotto, en la capilla de los Scrovegni en Padua, creando una nueva e intensa expresividad de los personajes. Sobre un fondo de oro (preparado sobre una base roja), que anula el espacio pero exalta el sentido espiritual, se encuentra la cruz de Cristo, que ocupa solitaria toda la parte superior y la cúspide.
Los personajes se muestran consternados y tristes, anticipando la humanidad que el siglo siguiente se iba a desarrollar en la pintura, resaltando la importancia del individuo. Como en Giotto, las figuras se disponen en varios planos, evitando el esquematismo y buscando una tridimensionalidad, que sin embargo en este caso no alcanza a la del maestro, a causa del abstracto fondo de oro.
Es inédita la presencia de los comitentes dentro de la obra, a la izquierda: la joven mujer y la monja arrodillada que reciben la protección (efectivamente representadas con la mano sobre la cabeza) de San Remigio, patrono de la iglesia, y san Benedicto, patrono de los benedictinos. La figura de la joven está pintada con extremo cuidado en el detalle, ataviada con un rico traje negro, que le cae mórbidamente a los lados. En este cuidado al detalle Giottino se aleja de las masas compactas y sintéticas de la pintura del maestro, encaminándose hacia las características que serán típicas del gótico internacional en el siglo siguiente, con colores delicadamente esfumados y luces limpias.

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