David de Bernini

Los 3 puntos de vista del David de Bernini
El David de Gian Lorenzo Bernini, obra en marmol de 170 cm ubicada en Roma, retoma el mito bíblico
de David y Goliath, en el cual David enfrenta al gigante Goliath armado de sólo una honda (otros escultores lo represntan con una espada).
Fue esculpido entre 1623 y 1624, tras ser encargada por el cardenal Scipione Borghese, y actualmente se encuentra alojado en una de las habitaciones de la famosa Galería Borghese.
Descripción y estilo: Bernini, siguiendo los esquemas del barroco, representa a David en un momento después de lanzar la piedra que matará a Goliath, captándolo en una torsión y en una expresión de esfuerzo con la máxima tensión física y emotiva. A diferencia de la visión renacentista también Donatello, Verrochio y Miguel Ángel representaron a David), la visión barroca de Bernini se elabora desde el movimiento, recogiendo todas las expresiones corpóreas que manifiestan el esfuerzo en una pose sinuosa y plástica.
El rostro de David parece ser un autorretrato del mismo Bernini en lucha con la dureza del mármol, la frente arrugada y los ojos fijos hacia el adversario parecen dar testimonio del gran esfuerzo realizado por el artista.

A los pies de David se encuentra la coraza (según el mito, prestada por el rey Saúl), dejada caer por ser muy pesada, en la que es reconocible una cabeza de águila, en referencia a la casa Borghese. Bernini realizó la estatua pensando en darle al espectador tres ángulos de visión diferentes, desde donde es posible recoger diferentes aspectos de la representación.

Esta obra se encontraba originalmente en la ciudad de Tatti, en el oratorio de Santa Maria de la Gracia. Fue adquirida por el estado en 1970 y fue restaurada en 1980.
Estilo: la Virgen está retratada de medio cuerpo sobre un fondo dorado que le da una cierta aura mística de sabor bizantino. A derecha se observa un profeta con un papiro, mientras que en los dos tondos en alto se encuentran pintados San Lucas y un ángel. María tiene un manto azul con la típica estrella. La obra ejemplifica bien el estado del arte sienés a fines del siglo XIV.

La obra debe su nombre a Luigi Pisa, que la trajo a la Galería en 1933. Se ha atribuido al Maestro Della Sant’Agata, un pintor de la escuela florentina del duecento.
Estilo: la Virgen con el Niño está pintada sobre un fondo obscuro, originalmente recubierto de plata. Se trata de un ícono de Madonna Hodeghetria, que en griego significa “que indica el camino”, ya que con la mano apunta hacia su hijo: María simbolizaba la Iglesia, que señalaba el camino a los fieles hacia Jesús y la Salvación. El niño es tenido en brazos y vestido como filósofo antiguo: no en vano tiene un pergamino en una mano y bendice con la otra a la madre (y por lo tanto a la Iglesia).
Particularmente interesante resulta la planta de uno de los pies del Niño. Los dedos de María son extremadamente largos, sobre todo en la mano que sostiene al Niño. El manto azul tiene representadas dos estrellas, símbolo de la gracia divina. Como es típico de la época, la mirada de los protagonistas de desvían del espectador. Un motivo simple de flores estilizadas decora el borde inferior.

 Los dos paneles eran seguramente un díptico, como lo demuestran los anillos aún visibles que actuaban como bisagra para mantener unidas las partes. La obra proviene del destruido convento monacal de Santa Clara de los Capuchinos, en Lucca, donde se encontraba hasta 1818, para arribar finalmente a los Uffizi en 1948. Es probable que el convento fuera el destino original de la obra, por la presencia de Santa Clara de Asís, canonizada en 1255, a la izquierda de la Virgen. 


Estilo: La crucifixión está representada con la cruz en Y, inspirada en modelos nórdicos, lo que aumenta el dramatismo y la sensación de peso y dolor de Jesús, que se presenta como Cristo Patiens (sufriente), de líneas largas y el cuerpo ladeado a izquierda.
Dos ángeles recogen su sangre, y a los lados las figuras están a escala reducida, sin una precisa colocación espacial con respecto a la cruz: a la derecha se dispone el grupo de las Mujeres Piadosas y la Virgen que se desmaya, y a la derecha aparece María hablando con San Juan. Debajo se observan dos escenas de la pasión en escala aún menor: el Via Crucis y la Deposición de la Cruz, de gran expresividad en el cuerpo arqueado de Cristo.
El panel de la Virgen con el Niño representa a los mismos rodeados de Santos yuxtapuestos en los lados y abajo. Es muy interesante notar el dulce abrazo que los lleva a tocarse con el rostro, con un sentido de familiaridad que parece anticipar Cimabue: Este es el ícono Bizantino llamado "Eleusa Virgen", que significa "madre amorosa". Jesús, como es típico en la pintura del siglo XIII, se retrata como un pequeño filósofo en toga antigua y un pergamino en mano. Con la otra mano derecha hace un gesto de bendecir a la Madre, símbolo de toda la Iglesia.


 El díptico se conserva en los Uffizi.

Se trata de una pintura de témpera sobre tabla de 81 x 51 cm atribuido al maestro de la cruz 434 o al Maestro de San Francesco Bardi. La pequeña tabla, que originalmente formaba parte de un díptico, fue adquirida por el anticuario Ugo Baldi en el 1863 y destinada a la Galería de la Accademia, que por aquel entonces custodiaba la colección de los pintores toscanos primitivos.
La atribución de la tabla a suscitado varias hipótesis discordantes: se han mencionado los nombres de Bonaventura Berlinghieri, Coppo di Marcovaldo, y sobre todo al Maestro Della Croce 434, que parece ser el más probable.
Estilo: la obra, de forma rectangular, conserva aún la cornisa original decorada de espárragos dorados en relieve. Muestra una iconografía característica de la época, legada de los milagros del santo de Asís, que no tiene precedentes en la pintura figurativa de religiosa. Sobre el fondo de un monte muy empinado, Francisco se encuentra arrodillado en primer plano con las manos y los pies a la vista, mientras recibe los estigmas de un serafín, relaciionado con un pasaje del Evangelio de San Lucas, en el que está escrito que Jesús, prefigurando su martirio, sudó sangre y fue consolado por una aparición angélica. El evento es representado con serenidad, con una luz dorada que se difunde originando la iluminación, sobre todo en el detalle de la ladera de los montes, que parece translúcido, como esmaltado.

Crucifijo
Se trata de una pintura en témpera sobre tabla de 250 x 200 cm de un maestro toscano anónimo (“Maestro della Croce 434”). Es una de las piedras angulares de la pintura florentina anterior a Cimabue, y ha sido variadamente atribuido y fechado a lo largo de la historia. Hoy se cree que se trata de un maestro anónimo, influenciado por la escuela pisana y de Lucca,  entonces dominantes. Se ha intentado identificar a dicho maestro con Coppo di Marcovaldo, uno de los pocos pintores de esa época de quien se conoce el nombre y al menos una obra cierta (la Madonna del Bordone en Siena), pero las conclusiones no son definitivas. Se ignora la localización original de esta obra, y fue restaurada en 1964, removiendo una capa espesa de suciedad y la pintura de una restauración llevada a cabo entre los siglos XVIII y XIX.
Esta obra es un ejemplo de crucifijo del tipo Christus patines, en el que Jesús es representado doliente sobre la cruz. Se trata de una iconografía que se afirmó durante el siglo XIII impulsada por la predicación de los monjes franciscanos, sustituyendo a la más antigua del Christus triumphans, de origen bizantino.
Estilo: Cristo se encuentra representado en la cruz con una aureola con relieve. Su cuerpo, que no se encuentra totalmente de frente, posee una anatomía estilizada, diseñada a base de un juego de luces y sombras que ayudan a realzar las formas. Muy acentuada es la expresividad del rostro, con un triste gesto de dolor, arrugas en la frente y una continuidad entre los pelos de la cabeza y la barba.
Uno de los detalles más importantes de esta obra es el nudo en las vestiduras de Jesús, tratado con gran refinamiento, genera una serie de ondulaciones asimétricas que rompen con la simetría esquemática de las obras de aquella época. La diferente caída de la tela a los lados refuerza la sensación de que la pierna izquierda se encuentra hacia delante y que sobresale la rodilla.

En las tablas de los laterales hay ocho escenas de la Pasión y Resurrección de Cristo:
• Jesús ante Pilato
• La burla de Cristo
• Flagelación
• El Camino al Calvario
• Descenso de la Cruz
• Entierro de Cristo
• Mujeres piadosas en la tumba
• Cena en Emaús







Las historias son hábilmente dividir en antes y después de la Crucifixión, que obviamente está situada en el centro y es el sujeto principal. En ellos hay una cierta vivacidad narrativa, aunque sin alcanzar la expresividad de Cristo crucificado.

Virgen en el trono

La obra se encuentra en exposición en el museo desde el año 2007, adquirida al anticuario Fabrizio Moretti con fondos especiales girados por la Superintendencia de Firenze al Polo Museale Fiorentino. Se ignora la ubicación original de la obra, que en el siglo XIX se encontraba en la colección privada de un coleccionista.
Estilo: la obra, en buen estado de conservación, se encuentra entre las mejores del anónimo Maestro del Bigallo, el cual es uno de los pocos maestros italianos de quienes ha sido posible trazar un catálogo de obras. Al igual que la Madonna del Casale, la aureola de la Virgen excede el marco de la pintura. María se encuentra representada sobre un trono estilizado, con un almohadón rojo, con el Niño bendicente en un brazo. Los pies se apoyan en una tabla apenas escorzada. Como era típico, dos ángeles simétricos completan los dos ángulos a los lados de la Virgen.
El manto es rojo y se envuelve con pliegues, desarrollados de forma geométrica y plana, con esfumaduras. Las formas tienden a expandirse, dando al grupo el tono sagrado de una representación solemne y majestuosa, con la sugestiva desviación en la mirada propia de la artista.


Esta obra está realizada en tempera sobre tabla, y proviene de la iglesia de Santa María Magdalena de Pazzi, en Florencia, y fue encargada en 1493 para la capilla de la familia Boni en dicha iglesia. Poco tiempo después, entre el 1513 y 1524, la tabla fue depositada en la capilla de San Girolamo, ocasión en que San Esteban fue “repintado” con la semblanza de San Girolamo, según se dice, por Fra Bartolomeo. Tal pintura fue removida por una restauración del siglo XIX. La obra se encontró durante siglos atribuida a Sebastiano Minardi, pero la crítica moderna cree ver la mano del gran maestro Ghirlandaio en la misma.

San Esteban entre San Jacobo y San Pedro

Descripción y estilo: la obra está compuesta como un tríptico ideal, siguiendo un esquema iconográfico del primer Quattrocento florentino (usado por Fra Angélico), en el que detrás de cada santo se encuentra un nicho que lo encuadra, como si fuese una estatua viviente que emerge de la penumbra. La reposada composición se encuentra vitalizada por la riqueza decorativa, tanto en la arquitectura como en las vestimentas. De izquierda a derecha se ve a Jacobo con el bastón del peregrino, Esteban con la dalmática, y San Pedro, con las llaves.

Se trata de una pintura de tempera sobre tabla de 180 x 78 cm, atribuida a un “Maestro di Greve”, fechada como de la primera mitad del siglo XIII, entre el 1210 y 1215.
La obra debe su nombre al oratorio de Santa Maria del Casal cerca de Greve, en Chianti, donde se encontraba antes de alojarse en los Uffizi. Sin embargo, se especula que la tabla fue pintada originalmente para una iglesia de mayor importancia, probablemente la misma abadía de Montescalari. En el siglo XVIII la tabla fue repintada, al punto que los rostros estaban totalmente cambiados. En 1986 fue restaurada, redescubriéndose la superficie pictórica originaria increíblemente intacta, con la excepción de algunas partes del rostro del Niño y de la escena al pie del trono.
Estilo: la Virgen y el niño se encuentran representados sobre un fondo obscuro, originariamente cubierto de plata, con relieves (como en la aureola de María), y una serie de espárragos que decoraban los bordes. La virgen se encuentra inclinando su cabeza y su aureola excede los límites de la tabla rectangular, como era típico en las obras de esta época. La Virgen se representa en un trono completamente plano, con un asiento y un cojín rojo, azul y oro. Existe una mayor profundidad en los pliegues del manto de la Virgen, que sugiere la presencia de las rodillas. Toda la obra posee la rigidez heredada de la iconografía bizantina, con el Niño bendicente.
En el manto de la Virgen se representan tres estrellas, símbolos antiquísimos de la gracia divina y recuerdo de la estrella de Belén.
En la parte inferior se encuentra la escena de la Anunciación, con el ángel que se proyecta hacia María.



Se trata de la pintura más antigua de los Uffizi, realizada con témpera sobre una tabla de 302 x 231 cm, obra de un maestro toscano anónimo, fechada en el último cuarto del siglo XII.
El crucifijo fue repintado en el siglo XVIII, y se desconoce cual era su ubicación antes de ser depositado en el museo en 1886. Fue restaurado y, dentro de lo posible, vuelto a su forma original en el año 1960.
Estilo: la obra es un ejemplo de crucifijo del tipo Christus triumphans, un ícono bizantino muy repetido durante la edad media, en el que se representa a Jesús aún vivo en la cruz, como vencedor de la muerte. Esta iconografía de la crucifixión fue reemplazada lentamente hacia el siglo XIII, cuando se difundió la iconografía del Christus patiens, en la que Jesús se representa como sufriente.
La tabla se encuentra en un estado de conservación bueno, a pesar de alguna pérdida de color en la parte inferior y en las tablas laterales. Cristo se encuentra representado en la cruz de una manera abstracta, como si no tuviera peso ni volumen, con una anatomía simplificada, y con la mirada fija y frontal (aunque sus ojos se desvían lateralmente evitando el contacto directo con el espectador) como en los íconos bizantinos. En la parte superior se encuentra una inscripción, a la izquierda de la mano de Jesús, la Virgen y San Juan, y a la derecha las mujeres pías (solo una es visible). En las tablas laterales se suceden las historias de la pasión (el lavado de los pies, el beso de Judas, la flagelación, el descendimiento de la cruz, la deposición en el sepulcro) y de la redención, representadas con una insólita expresividad y vivacidad narrativa.
El autor demuestra una clara influencia de la iconografía bizantina y el arte oriental, por lo que se ha dado la hipótesis de que se trata de un autor Pisano, debido a la influencia del comercio en dicha ciudad, aunque otros expertos hablan de un “anónimo florentino”.

La obra, de la que se ignora la procedencia, constituye el ejemplo más antiguo en Italia de retablo rectangular, con una cúspide en la parte central y las figuras alineadas, representadas debajo de arcadas.
Estilo: el retablo busca simular una arcada con columnatas y arcos en los que se representan cuatro santos y, en el centro, el Redentor, más alto y con una vistosa aureola en relieve adornada con figuras que simulan piedras preciosas, repitiendo el motivo del libro que sostiene Jesús en la mano. A la derecha se reconoce a San Pedro (con las llaves), la Virgen María, San Juan Evangelista (con el típico aspecto juvenil, casi afeminado), y San Pablo (con la espada). Las inscripciones ayudan a reconocer las figuras.
Las figuras aparecen debajo de la arcada, pero yuxtapuestas a la misma como figuras recortadas y pegadas en un fondo, sin ningún intento de sombra o perspectiva, muy lejos de la novedad que estaría por introducir Cimabue en la pintura.



Es notable la decoración en oro, tanto en las aureolas como en los motivos vegetales y las inscripciones. Asimismo prestar atención en esta pintura las arrugas en los rostros (sobre todo en la frente de los personajes) y el rubor en las mejillas, en un intento de grafismo y expresividad.

Esta tabla fue repintada a fines del siglo XVIII o principios del XIX. Fue restaurada a su forma original en una restauración de 1935, encontrando incluso una pintura agregada en el siglo XIV sobre la cabeza del santo. Fue atribuido al Maestro Della Maddalena, autor de otra tabla que hoy se encuentra en la Accademia.
La forma alta y estrecha de la tabla, que se encuentra coronada por una cúspide, corresponde al último decenio del siglo XIII. San Lucas es representado de cuerpo entero con su Evangelio debajo del brazo y con la mano derecha bendicente, vestido a la antigua con una manta de pliegues rítmicos y esquemáticos que corresponden a la alta calidad de la obra. Son dignos de notar algunos detalles como la barba suave, dividida en mechones, o las orejas, que están dibujadas de frente. Al pie del santo están representados un frate y una monja, se trata de las figuras de los comitentes, que hacen pensar que la obra fue originariamente destinada a un monasterio franciscano.

Esta pintura compone una serie de tres obras en témpera y oro del artista, fechadas en 1380, de las cuales esta se encuentra en los Uffizi, y las restantes en museos de Londres y New York.
La tabla se encuentra inspirada en la obra de los maestros sieneses del trecento, sobretodo en Simone Martini y Ambrogio Lorenzetti, con marcadas similitudes con la “Presentación de Jesús en el Templo” en el mismo museo, con análogas disposiciones espaciales y la parte alta del edificio, y el festón sostenido por estatuas en la corona del edificio. La escena se encuentra ambientada en un pabellón octogonal sobre el que se alzan altísimas columnas, con arcos que sostienen un techo que culmina en una linterna. Intuitivamente el espacio se encuentra en escorzo, sin un conocimiento real de las reglas de la perspectiva, dando al conjunto un efecto mágico e irreal.
La pequeña María se encuentra delante del sacerdote, pero con la mirada parece querer volver junto a sus padres Ana y Joaquín, que se encuentran junto a la entrada. Otros personajes del pueblo rodean la arquitectura.

Esta tabla pintada en témpera por Ambrogio Lorenzetti data de 1332. Se encontraba en la iglesia de San Procolo en Firenze, donde fue vista por Lorenzo Ghiberti, que la citó en sus Comentarios. Cuando la iglesia fue derribada, en 1742, la obra fue desmembrada. Los paneles laterales llegaron a los Uffizi en 1914, mientras que la “Virgen con el Niño” del centro permaneció en el mercado anticuario, llegando finalmente al museo en 1959.
La obra muestra en el centro a la Virgen con el Niño, a la izquierda San Nicolás, y a la derecha San Procolo. En las cúspides se encuentran San Juan Evangelista, Cristo Redentor, y San Juan Bautista.
Es notable la atención prestada a los detalles, sobretodo en el riquísimo vestido de los personajes. Las posturas son aún rígidas en contraposición con las que pintaba Giotto en la misma época. Pero la característica sobresaliente de la obra es la humanidad de la Virgen y el Niño lograda por Lorenzetti: Jesús mira directamente a la madre con los ojos sorprendidos y la boca semiabierta, generando la impresión bastante lograda de un recién nacido. La madre, que aparece elegante como una noble mujer de la época, devuelve la mirada al hijo y le ofrece una mano para jugar.
Es curiosa la presencia de un trozo de coral rojo en el cuello del Niño: se trata de un antiquísimo talismán para los recién nacidos, que en el caso de la iconografía de Jesús tiene un significado relacionado a la sangre de la pasión.

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